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ALLEINE Cuando todo tu mundo se reduce a una isla... y a él

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Mensaje  klaire's Mar Feb 02, 2010 10:47 pm

Como esta esto un poco vacio me da algo de cosilla... Embarassed
Pero alguien tiene que romper el hielo, a lo mejor asi os animais las demas a subir vuestras cosillas Wink
yo ya tengo un fic en otro foro y a lo mejor os gusta, asi que dejo el prologo aqui y si os parece que esta bien sigo subiendo Rolling Eyes

Título: Alleine
Resumen: Una chica de 17 años vuela hacia el Caribe cuando su avión se estrella en una isla desierta. Todo parece terrible, y casi ha perdido la esperanza, cuando se da cuenta de que allí también puede tener una vida. Le esperan miles de emociones y momentos que marcarán su vida para siempre.
Género: Amor, drama, tal vez algo de aventura pero poco
Clasificación: Para todos los públicos



Prólogo

El mar estaba en calma. Las aguas cristalinas de aquella playa paradisíaca estaban repletas de peces de colores que nadaban de aquí para allá.
La isla estaba llena de todo tipo de plantas, sobretodo de palmeras, que dejaban caer sus cocos en la arena blanca. Atardecía, y el cielo se volvía de un naranja intenso, que parecía sacado de un sueño.
La isla estaba abandonada, o al menos parecía, cuando la vi por primera vez. Volaba hacia el Caribe, donde vivía una parte de mi familia, el resto éramos todos alemanes. El paisaje era precioso, y aún más visto desde las alturas.
No era una isla muy grande, solo se extendía algunos kilómetros. Quedé fascinada por la mezcla tan exuberante de luz y color. Recuerdo que me imaginé cómo sería vivir en un sitio así, despertando cada mañana y contemplando un horizonte tan amplio, respirando la paz y la tranquilidad, el sonido del mar…
Entonces lo veía como una fantasía maravillosa, sin saber que en unos segundos se podía convertir en una pesadilla. Estaba equivocada respecto a tantas cosas…
Ya habíamos pasado la isla, y nos dirigíamos de nuevo hacia un rumbo incierto, cuando notamos que algo extraño estaba pasando. Aún se desconocen las causas reales. Lo que yo recuerdo es el cese repentino del constante zumbido del avión, y que luego… cundió el pánico. Comenzamos a balancearnos y a caer sin control, haciendo espirales en el aire, todo el mundo empezó a gritar. Era una situación irreal. Tenía la mente lo suficientemente fría como para analizar lo que ocurría.
Caíamos, probablemente sin motores, y sin posibilidad de remontar el vuelo, a mi alrededor todo era un caos. Algunas bolsas de mano se habían caído de los armarios, y las mascarillas habían saltado de su compartimento, aunque eran totalmente inútiles. Los más rápidos, estaban sacando el chaleco salvavidas del lugar que nos habían indicado las azafatas al inicio del vuelo. Yo me limité a imitarlos, pero no conseguía asimilarlo. Analizaba, pero no comprendía, no conseguía imaginar que probablemente me quedaban solo unos segundos de vida. No podía pensar en nadie, como se supone que hace el que va a morir, simplemente continuaba viviendo sin pensar en el futuro que nos aguardaba cuando impactáramos contra el mar, o al menos, sin que eso afectara a mi comportamiento. Probablemente, todos moriríamos ahogados, arrastrados por el avión hacia el fondo del mar. Había niños, había ancianos, había familias enteras en ese avión que iban a perder la vida. Sentí pena, pero no me salió del corazón. No sentía nada especial. También había oído que en el avión viajaba un grupo de música, pero ni sabía cual era ni tenía mucho interés. El accidente sería, en todo caso, una tragedia.
Hice lo último que cualquiera habría hecho en esas circunstancias. Me asomé por la ventanilla. Vi que el avión había girado, intentando acercarse a la isla para tener alguna posibilidad. Pero estábamos demasiado lejos. No íbamos a llegar.
El avión dio otra sacudida, y los llantos subieron de volumen. Miré a mi lado. Había un chico de más o menos mi edad, que había estado mirándome todo el vuelo con cara de interesante. Ahora tenía los ojos fuertemente cerrados, y estaba totalmente pálido. Le cogí de la mano. Si tenía que morir, al menos podía hacerlo con alguien, dándole la seguridad de la compañía. Él me apretó la mano, sin abrir los ojos. No había nada que decir.
Volví a mirar al exterior. Fue lo último que recuerdo dentro del avión. En menos de un segundo, la fuerza del impacto estrujó el aparato, y nos sacudió de forma bestial, noté algún crujido en mis costillas. Hubo un golpe enorme de calor, y llegué a atisbar el cielo sobre mí cuando algo me cayó en la cabeza, haciéndome perder el conocimiento.


Desperté en algún momento de la mañana o de la tarde, totalmente desorientada. Apretaba con fuerza algo con mi mano izquierda. Me incorporé y miré qué era, al tiempo que un fuerte dolor de cabeza me asaltaba. La mano del chico que había intentado ligar conmigo yacía flácida y sin vida sobre la mía. Comencé a recordar, y a ponerme nerviosa.
-No, no, no.-murmuré. Y acerqué mi mano al cuello del chico, aterrorizada por lo que podría adivinar sólo con tocarlo. Apreté ligeramente, pero no sirvió de nada, no tenía pulso. Me puse a llorar de impotencia. Las emociones que no había sentido el día anterior me abordaban ahora de cualquier manera, y empezaba a entender la magnitud de lo sucedido. Pasé por encima del cuerpo para llegar al pasillo del avión. El techo estaba completamente levantado, y faltaba toda la cola del avión, arrancada en alguno de los golpes. Avancé hacia delante, suplicando a algo o alguien que hubiera supervivientes, que no fuera tan grave como parecía. Fui tocando los cuellos de todos los pasajeros a medida que avanzaba, con las lágrimas rebosando en los ojos. Me derrumbé totalmente cuando vi a un bebé de apenas unos meses muerto en el suelo del maldito avión. En mi revisión encontré a cuatro personas vivas. Cuatro de casi cien. La parte delantera también estaba arrancada, aunque la podía ver unos metros más adelante en la playa. Uno de los supervivientes era un niño de siete años que se llamaba Pete y estaba incluso más intacto que yo, que ahora comenzaba a dolerme mucho una costilla. Sus padres habían muerto. Un poco más adelante encontramos a una mujer de unos treinta que estaba inconsciente, pero que no parecía tener lesiones graves. La dejé ahí hasta que encontrara la manera de bajar del avión. Las otras dos personas eran un hombre que aunque parecía bastante mayor, se valía perfectamente y que solo tenía algunas contusiones, y su sobrina, que tenía la pierna llena de sangre con muy mala pinta.

El avión estaba encalado en la playa, en apenas unos centímetros de agua transparente. Era fácil bajar, y conseguimos desalojar a los heridos entre Herman, el señor mayor, y yo sin muchas dificultades. Pete nos seguía, y nos observaba sin decir nada.
Les colocamos bajo unas palmeras. Me agaché junto al niño.
-Eh, ahora te puedes quedar aquí, ¿vale?-le dije preocupada. Tenía la mirada perdida, pero asintió y se sentó junto a un tronco.
Resulta que sí que habíamos llegado a la isla con bastante margen. Estábamos en la playa, pero antes habíamos atravesado toda una parte de la isla, en la que seguramente habíamos perdido la parte trasera del avión. En la cabina no había ningún superviviente, estaba totalmente destrozada y era imposible siquiera reconocer los cuerpos.
Era una realidad tan dolorosa que no era capaz ni siquiera de llorar. Tendría que dedicar mucho tiempo al pequeño Pete, pues para él sería aún más difícil comprender la situación, y casi imposible superarla.

Regresamos al campamento con las pocas cosas útiles que habíamos salvado del avión, sobretodo comida, medicamentos y algo de ropa. Pero lo peor aún estaba por llegar: sobrevivir.


Espero que os guste Embarassed Embarassed
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Mensaje  AngyBKT Mar Feb 02, 2010 11:12 pm

Shocked Shocked Shocked Shocked
Simplemente genial en serio, muy bueno =)
quiero ver más!!
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Mensaje  * sheila * Mar Feb 02, 2010 11:38 pm

Wooooow What a Face
Es buenisimo, me encanta, yo también quiero seguir leyendo, sip Smile
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Mensaje  Unforgettable_night Mar Feb 02, 2010 11:49 pm

Uala! Jo tia que bien, me has dejado con la cosilla, que bien lo has redactado y expresado las emociones, continúalo!
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Mensaje  klaire's Jue Feb 04, 2010 6:35 pm

cheers graciaaaas
os pongo el capitulo 1 Very Happy
espero que os siga gustando ^^

Capítulo 1: Fuerza y esperanza

*Dos semana después*

Miré al horizonte. No había ningún barco. Cada mañana lo comprobaba como una rutina, desde que… llegamos. Era la primera que me levantaba y la última que me acostaba.
Volví al campamento que habíamos montado en una pequeña extensión muy cerca de la playa, pero con mayor altura y con algunos árboles que servían de cobijo. El pequeño Pete aún dormía, abrazado a Herman, quien se había convertido en su nuevo abuelo. Observé a las dos mujeres, una dormía tranquilamente. La otra, Maggie, la sobrina del hombre mayor, estaba despierta, con el ceño fruncido. Me acerqué corriendo para darle la medicina. Sabía que ella se sentía como una molestia. Por su culpa no habíamos podido investigar la isla, pues no nos sentíamos seguros dejando a los demás solos, y tampoco queríamos ir sin ninguna compañía. Podríamos correr riesgos que no nos podíamos permitir. Así que llevábamos dos semanas estando allí sin más, contemplando cada mañana el mar, en busca de signos de ayuda.
Me agaché para buscar en el botiquín algo que pudiera calmar el dolor de Maggie. Sólo habían hecho falta unos días para conocerla. Sabía que se aguantaba el dolor, precisamente para no molestar.
-No.-me dijo Maggie, mientras sacaba las medicinas. La miré con cara de circunstancias. Nadie más se iba a enterar. Su tío no sabría el dolor que ella sufría y no tendría que preocuparse.
-No es eso, de verdad, Hanna.-repitió.
-No tienes por qué fingir conmigo, Mag.
-No finjo, ahora no me duele, en serio. Debo de estar aún bajo los efectos de la de ayer.
Me acerqué a ella, preocupada. Tenía cara de dolor, pero bien sabía yo que hay muchos tipos de sufrimiento, que no tienen nada que ver con el dolor físico.
-Vale, perdona. Te he visto mala cara.-le dije, dulcemente. Quería que Maggie me contara lo que pensaba. Solo así podría ayudarla. Quería poder decirle que no pasaba nada, que no era una carga, pero antes tenía que encontrar el momento.
-Cada día miras el mar.-afirmó, mirando ella también al extenso océano.
-Sí.
-Cada día se nos va una esperanza. Cada día se ve más lejos, ¿verdad?
-La verdad es que sí.-le contesté. Intuía un poco lo que estaba pensando, pero era realmente difícil.- Miro el mar y pienso si habrá algún barco allá a lo lejos que esté buscando esta isla. O si nos habrán dado por muertos. Pero es pronto, no podemos comenzar a desesperarnos ahora.
-Ya… es por eso, Hanna. Llevo pensándolo varios días. Creo que deberíais ir a explorar la isla. Si hay más gente aquí será todo más fácil. Herman y tú estáis cargando con todo, y además está ese animal, o lo que sea, que acecha por las noches. Sé que lo has visto.
-No podemos ir a explorar. Tú no te puedes mover, ya lo hemos hablado.
-No me importa quedarme sola. Podríais ir de día y bien protegidos, y llevaros al niño si queréis. Si vais todos juntos no os pasará nada.
Maggie la miraba, y pudo leer en su mirada lo que no le estaba diciendo con palabras.
-No te vamos a dejar sola.-Pete se revolvió y bajamos el tono de la conversación.
-He estudiado dos años de enfermería. Tengo una infección en la pierna y no voy a durar mucho. No os sirvo para nada, solo estamos retrasando el momento. Y además casi no nos queda comida, y por aquí cerca no hay nada.
La miré fijamente. Era lo que suponía, lo que esperaba de acuerdo con lo poco que la conocía. Y lo había hablado con Herman. Él me había advertido de que se comportaría así. Pero no entendía del todo por qué quería morir si le quedaba toda la vida por delante. Aún eran demasiadas cosas para reflexionar.
-No te vamos a dejar sola.-repetí.- Maggie, no pienses que queremos que te marches. No pienses así porque nada está más alejado de la realidad. No vamos a dejarte morir sin más. Si hace falta, iré yo sola a buscar ayuda, pero si nos separamos, entonces nada tendrá sentido.
Me puse a preparar algo para desayunar, zanjando la conversación, pues los demás ya se habían despertado. Solo teníamos la comida del avión, pero de momento era suficiente. Repartí vasos de agua para todos, y algunas galletas.
-¿Qué vamos a hacer hoy?-dijo Ann, la otra mujer que había sobrevivido. Si Maggie era cabezota y algo pesimista, Ann era alegre, y hacía todo lo que le pedían.
-Pues...-miré a Herman. Esas decisiones dejaba que las tomara él. Siempre hacíamos algo para nuestro pequeño campamento, pero nos sorprendió a todos cuando dijo:
-Creo que es un buen día de vacaciones. ¿Qué os apetece hacer hoy?
-¡Yo quiero ir a la playa!-dijo Pete.
Hacía sol, y un día estupendo.
-Yo me quedaré.-dije, refiriéndome a mi nueva amiga Maggie, que no se podía mover. Todos lo comprendieron, y se prepararon para un día de descanso.

-Gracias.
-Oye, ¿por qué no tenemos una conversación normal?
Maggie suspiró.
-A veces olvido que una vez tuve una vida normal.
-¿Qué hacías antes?
-Estudiaba en Berlín. Enfermería. Y bailaba... Me pasaba las tardes bailando en una academia.
-¿De verdad?-sonreí. La había imaginado tan quieta como la había visto todos estos días.
-Si.-sonrió ella también.- Y no poderme mover... Es como una cárcel. Pero bueno, ¿tú qué hacías?
-Estaba acabando el colegio. Y trabajaba, para mantener a mi madre. Tiene cáncer.
-Lo siento.
Hubo unos momentos de silencio.
-Lo estamos haciendo otra vez.
-¿El qué?
-Hablar de cosas tristes.
Las dos sonreímos. Era difícil encontrar un tema que no nos pusiera melancólicas o nos llevara a recordar cosas que ahora no podíamos hacer. Pero también era bueno hacerle frente.
-También tengo novio.-dije. Necesitaba soltarlo todo.
-Ah, ¿si? ¿Y por qué no me lo habías dicho antes?-puso cara de curiosa, y comencé a contar.
-Pues sí. Llevamos casi dos años juntos. Es muy bueno, me ha ayudado mucho con lo de mi madre.
-¿Y cómo es?
-Pues… No es muy alto, pero es mono, tiene los ojos verdes, y el pelo oscuro.-sonreí.-Y siempre está haciendo el tonto.
-¿Era de tu clase?
-No. Le conocí en una playa como esta. Estábamos los dos de vacaciones con nuestros amigos. Todos estaban borrachos, y yo me quedé sola, sentada en la playa. Hacía frío y de repente apareció él con su chaqueta, como en una película, y me la puso por encima mientras se sentaba a mi lado. Pasamos la noche hablando, y nos dormimos mientras veíamos las estrellas. Solos en la noche.
Cerré los ojos. Me regañé internamente por no haberle echado de menos tanto como debía. Parecía que estuviera en un mundo paralelo, en otra realidad en la que no estaba Rob. Pero le seguía queriendo. Los rápidos acontecimientos me habían nublado la mente. Hacía unas semanas yo había sido solo una chica de diecisiete años, casi dieciocho, normal como las demás. Aún con comportamientos adolescentes, pero convirtiéndome ya en una mujer. Con mi novio, y cómo no, mis problemas familiares. Pero normal. De un día para otro me estaba convirtiendo en una mujer completa. Sin ninguna razón estaba subiendo un gran escalón en la madurez. Ahora debía comportarme como una adulta, dejando atrás todo. Y me resultaba duro. Era gratificante en algunos momentos. No dejaba de sorprenderme que todos parecieran aceptar mi papel de líder a pesar de mi juventud, y me sorprendían comportamientos que nunca había visto en mí misma. Aparentaba confianza, y seguridad, pero en mi interior estaba hecha un lío. No sabía muy bien qué hacer. Yo siempre había sido bastante alegre a pesar de las circunstancias, y ahora casi no hablaba con nadie. Cada vez que podía observaba el mar. Mi libertad. Ansiaba volver. Cada día en la isla era un suplicio.
Había dejado en Alemania a mi madre, enferma de cáncer como le había contado a Maggie, para visitar a mi padre, que vivía allí desde hacía años, para intentar convencerle de que necesitábamos de su ayuda para soportar la enfermedad. Mi hermano mayor estaba cuidando de ella, y mi novio le ayudaba… No me permití el lujo de llorar. Ahora yo era la esperanza de aquellas personas a las que el destino me había unido y no podía mostrar debilidad. Mi fuerza era su fuerza. Lo sentía, en como me miraban. En parte apoyándose en mi y en parte compadeciéndose porque sabían que para mi era muy difícil.
De pronto, veía la muerte como algo mucho más cercano, a pesar de haberla tenido cerca de mi madre desde hacía años. Maggie… Maggie también iba a morir. La pierna cada vez iba a peor. Las medicinas cada vez hacían menos efecto. Las dos lo sabíamos.
-Está bien saber que las historias de amor suceden de verdad.-dijo, mirando al infinito.
-Sí, lo que creo que no es cierto es lo del final feliz. En los cuentos no aparecen islas desiertas.-le contesté. Las dos nos reímos de nuestra propia desgracia.
No, me negaba rotundamente a dejarla allí. Tal vez pudiera hacer yo sola una pequeña excursión para conseguir comida, como le había dicho por la mañana.
Se lo comenté a Herman cuando los dos estábamos recogiendo agua de un río que habíamos encontrado en los primeros días.
-Puede ser muy peligroso.
-Sí, pero no podemos seguir así. Mag cada día está peor, y puede que haya más gente viva, incluso algún médico. Algo habrá que podamos hacer. Esperar a que muera es lo mismo que si la dejamos aquí sola.
Mi voz había sonado demasiado dura, pero era la verdad. El hombre se giró, ocultando las lágrimas.
-Lo siento. Me iré mañana.
No dijo de nada y los dos volvimos en silencio a nuestro pequeño campamento.
Herman cada vez se encerraba más en sí mismo, igual que todos los demás. Básicamente, íbamos de mal en peor. El único que mejoraba era Pete. Comenzaba a hacer las cosas que hacía un niño normal. Jugaba, se le veía contento.
-Hanna.-me dijo otro día que le había acompañado a la playa a jugar.
-¿Qué, cielo?
Estábamos haciendo un castillo en la arena entre lo dos. Un juego inocente, que suponía un respiro en la rutina.
-¿Vamos a volver al mundo?-me preguntó con su vocecita aguda. Sonreí ante la pura inocencia.
-Estamos en el mundo.
-Pero si no están mis papás, y no tenemos casa, estamos fuera del mundo. ¿Vamos a volver?
Me miraba totalmente convencido de sus palabras.
-Lo que pasa es que estamos muy lejos, pero si que estamos en el mundo. Mira, el sol es igual, y la luna.
Pensó un rato. Tal vez él también se veía forzado a madurar un poco por los acontecimientos.
-¿Pero volveremos?-insistió.
-Claro. Algún día nos vendrán a buscar. Lo que pasa es que no saben donde estamos, así que no nos encuentran.
En ese momento, temí que no me creyera, que me mirara con sus ojos totalmente azules llenos de lágrimas y me dijera que estaba mintiendo. Pero por el contrario, se lanzó a mis brazos.
Le abracé con todas mis fuerzas. Éramos tan parecidos, los dos obligados a asimilar cosas para las que no estábamos preparados todavía.
-Pues cuando nos encuentren, podrás conocer a mis papás.-dijo.
Me puse a llorar, mientras él continuaba con su castillo. No podía decirle la verdad, no podía intentar que lo comprendiera. No podía, sencillamente, decirle que sus padres habían muerto, que no les volvería a ver. Tampoco que no creía que nos fueran a rescatar en mucho tiempo. No podía, ni quería, quitarle a Pete lo mejor que tenía, la inocencia. Sería una esperanza menos, y eso era lo que justamente necesitábamos. Esperanza. Y fuerza.

Partí al día siguiente con una mochila con comida para ese día y pocas cosas más. Antes de irme, Herman se me acercó, con algo en la mano.
-Es una navaja. Tal vez la necesites.-me miró con cariño.
-Tal vez.
Le miré a los ojos, que eran grises y cansados. Los años pesaban en él, como el tener que asumir a su edad el liderazgo del grupo.
-Volveré esta noche, o a lo mejor mañana, así que no os preocupéis.
Me di la vuelta, internándome entre los árboles y las palmeras. Olía a aire puro, y lo agradecí en el alma, pues me ayudó a pensar con claridad. La vegetación era de un verde intensísimo, con el sol filtrándose a través de las hojas. Pasadas unas horas, el frondoso bosque no perdía intensidad, así que paré a descansar.
Me sentía bien, con un poco más de libertad ahora que me alejaba de los demás. Me preocupaba no llegar a tiempo con alguna solución para Maggie. Nos habíamos hecho amigas, a pesar de que ella era un poco mayor. Pero todo era extremadamente raro. Las relaciones entre nosotros no eran del todo naturales, pues realmente nos veíamos obligados a convivir. Comí lo poco que había llevado, un sándwich envasado de los que vendían en el avión, con la espalda apoyada contra un tronco caído. Odiaba esos sándwiches, aunque no me quejaba. Llevábamos diez días comiendo lo mismo, pero es que era lo único que había. Estaba guardando el envase cuando comencé a oír un ruido en la espesura. Me quedé quieta, en el más profundo silencio, para escuchar, pero aquel ser, pues estaba segura de que algo se había movido y de que estaba vivo, se mantuvo en silencio también. Por fin, tras unos minutos, los palitos que había en el suelo volvieron a crujir, acercándose. Sonaban a pisadas de una persona, no se oían los ruidos propios de un animal. Tenía tantas ganas de encontrar a alguien nuevo, que no estaba asustada de lo que pudiera encontrar. Contuve el aliento, confiando en mi instinto. Y tras unos segundos, le vi.
Un chico flaco y muy alto. De hecho su cabeza fue lo primero que vi, tenía el pelo largo, por los hombros, de color negro. Los ojos color miel, y la nariz recta. Un pircing en la ceja que parecía totalmente fuera de lugar en aquel paisaje tan silvestre. Llevaba puesta una camiseta estrecha y unos pantalones vaqueros, y me resultaba bastante familiar, aunque no logré ubicar su rostro. Me miraba fijamente, como si hubiera encontrado lo que buscaba, pero su cara era la más triste que había visto en mucho tiempo. Tenía los ojos llorosos.
-Hola.-me dijo, vacilante, con una voz grave pero sorprendentemente dulce, tomada por el llanto.
-Hola, yo soy Hanna. ¿Y tú?
Frunció el ceño, mirándome mitad dudoso y mitad sorprendido.
-Yo…
Sabía que le conocía de algo, le había visto en algún sitio.
-Me llamo Bill.-dijo finalmente. Ni idea.
-¿Estás tú solo?-pregunté. Era una conversación incómoda. De pronto, no sabía qué decir. En mi grupo ya todos asumían mis palabras, nos habíamos convertido en una pequeña familia, pero ante alguien nuevo no sabía cómo tratar.
-¿De verdad no sabes quién soy?-me preguntó de nuevo, ignorando mi pregunta.
-De verdad.-sonreí. Ponía una cara muy graciosa de asombrado.
-Entonces bien. Estoy buscando a mi hermano.-sonrió él también, pero de nuevo triste. Se sentó a mi lado, con sus flacas piernas entre sus brazos.- Estoy buscando a mi hermano.
Y sin más, se echó a llorar. Y yo con él. Le abracé, aún sin conocerle de nada. Sabía que solo necesitaba desahogarse, como todos. Mis brazos rodeaban con fuerza sus hombros, tan estrechitos, y él se aferraba a mí como si le fuera la vida en ello. Pasamos la noche allí, apretujados bajo una manta que yo había llevado, a veces despiertos y a veces en un sueño inquieto y revuelto.
Solos en la noche.
Más tarde llegarían las explicaciones
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Mensaje  * sheila * Jue Feb 04, 2010 7:22 pm

Joe, esta genial Shocked
Me encanta de verdad Very Happy
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Mensaje  Unforgettable_night Jue Feb 04, 2010 9:32 pm

Dios, más más más *.* Very Happy
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Mensaje  Paaula Sáb Feb 06, 2010 5:30 pm

Me encanta, y me encanta tu manera de escribir también Smile
Cuando he empezado a leer "Las palmeras que dejaban caer sus cocos en la arena blanca." Me lo he imaginado y queria estar allí también ^.^
No me gustaria nada ver el avion destrozado, pero el estar alli y encontrarte con Bill, aunque no sepa quien es.. ¡dios!
Sigue pronto que quiero seguir leyendo eeh! Very Happy
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Mensaje  Gemii Sáb Feb 06, 2010 8:17 pm

Dios...simplemente la historia es preciosa, siguee Smile
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Mensaje  klaire's Jue Feb 11, 2010 12:44 am

Capítulo 2: Bill

Estaba en una ciudad gris. El aire era humo y el ruido insoportable.
Corría.
Corría con todas mis fuerzas, pero no conseguía avanzar.
Frustración.
Miraba hacia todos lados sin ver nada.
Rabia.
Avancé algunos metros por la calle, que ahora estaba vacía y era estrecha, como un callejón, pero con salida. Crecía la angustia, pero no sabía por qué. Era de noche. Mi alrededor cambiaba constantemente sin ningún sentido, mareándome, dando sacudidas inexplicables. No entendía nada, no entendía nada.
Todo se paró, y en un segundo me encontraba en un lugar totalmente distinto. Un gran estadio abarrotado de gente. Gente a mi alrededor, en las gradas. Gente gritando, saltando. Gente lejana a mis sentidos. Aparecían desenfocados, y sus gritos apenas eran audibles para mí. Mi miraba se dirigía al escenario. Enorme, lleno de luces, humo, fuego… y música. Una melodía que ya había escuchado y que me tenía medio hipnotizada. Una figura alta y delgada aparecía entre nubes blancas y la multitud aún se alteraba más. Pero no me afectaba. Sentía una conexión con el chico que había aparecido en el escenario. Con él. Con Bill. Maquillado y con su pelo todo peinado hacia arriba, en una cresta espectacular. Pero su mirada era el verdadero objetivo en mi mente. Aparecía ahora en todas las pantallas, al igual que su voz resonaba en cada rincón. Vibrante, intensa. Me acercaba, impasible ante el barullo de mi alrededor. Hacia él, siempre hacia él. La canción se tornaba oscura y melancólica. Subía al escenario lentamente. Él me esperaba. Y estaba llorando. Se me rompía el corazón en mil pedazos, pero no podía hacer nada. Solo seguía avanzando. Su rostro estaba lleno de lágrimas oscuras, y su mirada permanecía fija en la mía. Una comunicación que no necesitaba de palabras. Una situación tan familiar...

Desperté de madrugada, cuando el sol ya comenzaba a brillar en el cielo. A mi lado estaba el chico que había encontrado la pasada noche. Ahora ya sabía que no era un chico cualquiera. El mismo de mi sueño, el mismo que había llorado en mi hombro como un niño desconsolado, el mismo Bill Kaulitz, cantante del grupo de música Tokio Hotel. Le miré fijamente, imaginándolo con unos kilos de más y maquillado por completo. Era él. Ahora podía comprender su extrañeza cuando no le reconocí. Era una cara que poca gente en Alemania desconocía, de esas que no se suelen olvidar. Pero verle allí tan delgado e indefenso. A pocos les recordaría al cantante tan seguro de sí mismo y desafiante que solía ser. Y yo me encontraba con él en una isla desierta. Tenía gracia. Cuántas chicas estarían deseando encontrarse en mi lugar, y cuánto deseaba yo no encontrarme allí en ese momento. Me alejé de él con cuidado, dejándole dormido en el suelo, tapado con mi manta, y fui a buscar un sitio en que pudiese llenar mi botella. Escuchaba agua a lo lejos, algo que no había notado hasta ese momento. Antes de irme, le eché un último vistazo. Estaba en los huesos, y unas profundas ojeras se dibujaban bajo sus ojos de color miel. Tenía un aspecto enfermizo que me puso la carne de gallina. No entendía como tanta gente tenía a alguien como él como modelo. No es que tuviera nada en contra del grupo, como tanta gente. Simplemente pensaba que ese chico daba demasiada importancia a su imagen. Di media vuelta, internándome en la espesura, en dirección al rumor de las aguas que escuchaba. Era un riachuelo poco caudaloso, pero suficiente para llenar mi botella y asearme un poco. Cuando regresé, Bill ya estaba despierto, y me esperaba sentado, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol y la mirada perdida. Cuando me acerqué, apenas levantó la vista.
-Hola.-le dije dulcemente. No contestó.-Hoy tenemos que volver. No había previsto encontrarte, y no tengo suficiente comida para los dos.
-¿Volver adónde?-me preguntó, sin siquiera parpadear.
-Hay un pequeño campamento en la playa. Somos cinco allí.
Se giró bruscamente hacia mi, ansioso de repente. Enseguida comprendí lo que se le había ocurrido.
-No. Él no está allí.-dije, bajando la mirada mientras recogía mis cosas. No quería ver como su cara, iluminada por un momento, volvía a entristecerse al recordar a su hermano. Sin embargo, no se derrumbó como había esperado. Siguió sumido en sus pensamientos, mientras yo le hablaba, intentando distraerle.- Somos tres chicas, un hombre mayor y un niño pequeño. Se llama Pete.-sonreí al acordarme del pequeño, y lo dulce que había sido con todos desde el principio a pesar de haber perdido a sus padres y no conocer a nadie. Ayudé a Bill a levantarse del suelo, pues él apenas tenía fuerzas y le miré fijamente.
-Encontraremos a Tom.-dije con convicción, pero en voz baja. No me pareció una frase para gritarla. Era más bien una promesa que yo le hacía, era más profundo que eso, y mucho más intenso. Nos unía más de lo que hubiera imaginado.
Me miró fijamente, asintiendo, y enseguida puso una cara extraña, rompiendo aquel momento tan especial para ambos.
-Así que ya sabes quien soy.-dijo. Fue como si despertara de repente. Seguía triste, pero al menos hablaba todo lo que se debía haber guardado para sí mismo durante tantos días. Sonreí. Esta vez había ganado.
-Me sonabas mucho,-reconocí.-solo tuve que imaginarte totalmente maquillado y… bueno, un poco más gordito. Pero no soy una fan.-aclaré esto último rápidamente. Si no, tal vez se pensaba que no le dejaría en paz. Se rió, y por un momento pareció un niño inocente y feliz.
-Tengo un aspecto horrible, ¿verdad?
-Horrible tampoco.
-Vale, si lo niegas es que es aún peor.-puso cara de circunstancias. No contesté. No quería mentirle, porque realmente tenía mal aspecto, y eso era algo que no se podía obviar. Hasta él se tenía que haber dado cuenta
-Estás muy delgado.-aclaré, finalmente.
-Ya soy delgado comiendo solo chuches, hamburguesas y pizza, así que ahora, sin comer y andando todo el día…
-Eso.-Los dos sabíamos como continuaría su frase, y no quería que se preocupara por su delgadez también. Sentía una especie de protección hacia él, como si tuviera que cuidarle, a pesar de que era mayor que yo.
-Si, eso.-repitió él, con una sonrisa. Me fijé por primera vez en él con otros ojos. Cuando sonreía era realmente guapo, y tan dulce… A veces me parecía una chica, pero hasta en esos momentos me atraía un poco. Decidí dejar de pensar esas cosas. Estaba en una isla desierta, y tal vez eso me estaba haciendo confundir hasta mis propios sentimientos. Después de todo, era el primer chico de más o menos mi edad que conocía en tres semanas. Y echaba de menos esa clase de compañía.
-¿Cómo has sobrevivido estos días tu solo?
-Pues no lo sé muy bien, apenas he comido. Algunas frutas que encontraba, agua de los ríos, y un poco de comida que llevaba en mi mochila, pero eran casi todo chuches. En mi parte del avión no había nada comestible.
-¿Dónde caíste?-me sorprendí de que, de repente, estábamos hablando del accidente como si fuera lo más normal del mundo.
-He andado mucho desde que caímos, pero no sé si en círculos, o en línea recta. Sólo recuerdo que había muchas plantas…
-No es una gran pista, la verdad.-dije, mientras sacaba de mi mochila un paquete de galletas insípidas que había rescatado del avión y se las daba. Me miró agradecido, y quiso ofrecerme, pero yo me negué. Era él quien las necesitaba. Sin más, continuó hablando.
-El avión se partió nada más chocar, y luego se calló otro trozo más, en el que estaba yo.
-¿Cómo se puede romper un avión en cuatro partes?-pregunté, aunque más bien eran mis pensamientos en voz alta.
-Fyo no fé muffo de afiones.-dijo con los mofletes llenos de galletas. Tragó y continuó.-Una vez tuve uno chiquitito, pero era de juguete, así que no se puede comparar.
Comenzó a reírse solo, con una risa muy aguda, y no estuve segura de si era síntoma de mejora o de que se le estaba yendo un poco la cabeza.
-Pareces una hiena.-le solté. Puso cara de ofendido, e hinchó los mofletes. Ahora era yo quien me reía.
-No.
-Si.-repliqué en medio de carcajadas.
-¡Eres malvada!-exclamó como un niño pequeño. Yo le saqué la lengua. Parecíamos dos niños pequeños, pero a veces es como mejor se superan las situaciones difíciles, con la inocencia de un niño.
Hicimos una parada para comer lo poco que me quedaba en la mochila, que eran solo otro paquete de galletas, medio sándwich y el agua que había cogido del río. No tardamos en ponernos serios, y hablar de nuevo del accidente, esta vez como los adultos que nos veíamos obligados a ser.
-¿Con quién viajabas?-me preguntó.
-Iba a sola, a ver a mi padre.
-Pero eres alemana, ¿no?
-Si, pero mi padre se… digamos que se “enamoró” de una chica de por aquí.-no se muy bien por qué, pero no le hablé de mi madre, de su enfermedad. Tal vez porque si iba a formarme una nueva vida aquí, no quería que influyeran las preocupaciones que me quitaban el sueño en la otra. Todo sería más fácil así.
-Vaya.
-Si, vaya. Es bastante desagradable. Tú… ¿Con quién ibas? A parte de Tom, me refiero.
-Íbamos todo el grupo. Gustav y Tomi habían ido a estirar las piernas…-sonreí cuando dijo “Tomi”, en vez de Tom. Él también lo hizo, pero enseguida su rostro se tornó de nuevo melancólico.- cuando el avión comenzó a caer. Georg estaba sentado a mi lado. En mi trozo del avión solo había cuatro o cinco filas de asientos. La cola se había soltado en el primer golpe. Casi todas las filas se espachurraron con el impacto. Sólo sobreviví yo. Sólo yo.
-Georg…
-Sí. Yo… Él estaba a mi lado, y cuando vio que todo se nos venía encima me empujó y se puso por encima de mí. Ni siquiera me dio tiempo a replicar, a protegerle a él, a pensar…
Tragué para deshacer el nudo que se me había formado en la garganta. Aún sin ser fan de la banda, sin saber prácticamente nada de ellos, sin quererlos como hacían sus fans, el relato resultaba escalofriante. Verle allí, a mi lado, hablándome de algo tan doloroso para él.
-Cuando todo paró, él estaba muerto.-continuó.-Me salvó la vida pagando con la suya propia. No sé por qué lo hizo.
-Si no lo hubiera hecho, no habría sido un verdadero amigo. Te lo demostró.
Las lágrimas surcaban sus mejillas, y los dos continuamos caminando en silencio. Le cogí de la mano, en un acto totalmente reflejo, sin pensarlo, solo para que supiera que estaba ahí, a su lado. Hay pocas cosas como que alguien de su vida por ti. Es la más grande muestra de amor, o de amistad, pero, por desgracia, también es la última. Georg era uno de sus mejores amigos, y se lo había demostrado incluso en un momento como aquel. Llevaban viviendo juntos muchos años. En hoteles, pero al fin y al cabo conviviendo. Pasaban todo su tiempo juntos, habían sentido emociones que les habían unido hasta el punto de ser como una familia, que ahora estaba rota. Bill se sentía culpable, y le comprendía. Yo habría sentido lo mismo, y por eso sabía que ahora pocas palabras había que pudieran consolarle.

Llegamos ya casi al anochecer. Hacia la playa, la vegetación se hacía más dispersa, aunque seguía siendo de colores igual de intensos. Cuando las últimas palmeras nos abrieron paso a la pequeña llanura en la que habíamos acampado días atrás, los dos nos quedamos sobrecogidos. La extensión acababa en un barranco de poca altura, con accesos a la playa. Después, el mar, y al fondo, un sol enorme e intensísimo que bañaba el océano con luces rojas y anaranjadas. El mar brillaba ante el atardecer tan hermoso que tenía lugar. Era impresionante. Por más que había mirado este mismo paisaje los atardeceres de cuantas noches había pasado allí, aún seguía contemplando con la misma admiración aquella maravilla de la naturaleza. Apreté la mano de Bill, no se muy bien si fue para reconfortarle, o simplemente de la emoción de ver la puesta de sol. Habría sido el perfecto escenario para una perfecta escena romántica, pero ahora mismo teníamos cosas más importantes en las que pensar.
Avancé los últimos metros que nos separaban del espacio abierto, arrastrando a Bill conmigo. Entonces, por segunda vez en menos de diez minutos, me quedé clavada en el sitio. Helada. A la derecha, al fondo… no había nadie. Olvidé a Bill y eché a correr con todas mis fuerzas hacia las pequeñas palmeras que habían hecho de refugio. Nadie. Me asomé a la playa por el barranco. Nadie. Me acerqué al río, que no estaba a mucha distancia. Nadie.
Después de haber buscado en todos los lugares en los que se me ocurrió que podrían estar Herman y los demás, desistí. Me derrumbé. Sentía la carga de muchos días sobre mi espalda, días en los que me había tenido que tragar mis costumbres, mis tonterías propias de una adolescente, había tenido que olvidar toda una vida para comenzar otra mucho más dura. Cuando creía que comenzaba a ubicarme en ese mundo, todo volvía a caer de nuevo. Noté una mano sobre mi hombro, al tiempo que se me doblaban las rodillas. No sabía como iba a poder enfrentarme a aquello, teniendo además que cuidar de Bill. Le miré, a mi espalda. Él estaba de pie, con su mano en mi hombro y la mirada perdida en el mar. Su cara, triste, me dio algo de energía. Tenía que hacerlo, tenía que aguantar, por él. Él estaba peor que yo, al fin y al cabo yo tenía a toda mi familia a salvo, al otro lado del mar. Tendría que superar todo por los dos, hasta que Bill estuviera bien. Tener esa responsabilidad hacia otros me dio fuerzas. Le miré a los ojos, justo cuando él buscaba los míos. No supe exactamente qué era aquello que noté en el pecho cuando nuestras miradas se encontraron. No quería que significara nada. A pesar de la extremada situación y de todo lo que tuviéramos que soportar allí, yo ya tenía novio. Tenía una vida en la civilización que, tarde o temprano, tenía pensado recuperar. Enamorarme allí, significaría renunciar a esa vida, a la realidad de la que venía. Y eso era algo que no quería por nada del mundo. O eso creía yo entonces.


espero que os guste y muchas gracias por leer!! I love you I love you
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Mensaje  Unforgettable_night Jue Feb 11, 2010 1:22 am

*-* ogh siii me encanta nenaaa *-*
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Mensaje  klaire's Sáb Feb 27, 2010 2:41 pm

Capítulo 3: Amigos

Como pude comprobar más adelante, habían dejado algunas cosas allí, escondidas tras los árboles y algunos arbustos. Tal vez simplemente no habían podido cargar con ellas, pero también cabía la posibilidad de que las hubieran dejado porque tenían pensado volver. Estaban algunas de las mochilas que llevábamos, mantas, almohadas… las cosas que habíamos podido rescatar del avión. Era casi todo lo que teníamos allí, y no creía que lo hubieran dejado así como así. Seguramente habían salido durante unos días. Seguramente volverían pronto. Habría surgido alguna urgencia.
Tras hablarlo con Bill durante horas, los dos resolvimos que lo mejor sería esperarles durante unos días. Uno de los argumentos fundamentales era el cansancio. Habíamos andado mucho, sobretodo Bill, al que, debido a su debilidad, le había afectado el doble. Otro fue la seguridad que nos proporcionaba un lugar fijo. Buscar a Tom, y a otros supervivientes sin más ayuda sería exponernos de nuevo al cansancio y a muchos otros peligros que desconocíamos. Y ésa era justamente la tercera razón. Sólo éramos dos, y no en las mejores condiciones. Ante cualquier adversidad, no tardaríamos demasiado en caer. La única pega que encontramos fue la falta de comida. En la costa sólo había dátiles y algunos cocos que caían de las palmeras. Habría que conformarse.
El último motivo, que era únicamente mío, era el mar. Viéndolo conservaba la esperanza de volver, y eso tenía un efecto tranquilizante que ninguna pastilla o infusión podría suplir. Sabía que a Bill también le calmaba la visión del mar. Lo intuía cada vez que le veía sentado, contemplando las aguas azules y verdes, pero no conseguía ver más allá de esos pensamientos, no estaba segura de lo que pensaba de mí. Y, aunque no debía ser así, eso me importaba.
Una tarde, pasados ya cuatro días, yo volvía del río, como siempre, pero Bill no estaba donde solía estar. No me asusté, porque llevaba algunos días esperando que aquello se produjera, que se moviera por iniciativa propia. Cualquiera que no supiera por lo que estaba pasando, habría pensado al verle que tenía algún tipo de trastorno. Tenía días en que no paraba de hablar, y otros en los que las únicas palabras que brotaban de sus labios eran los “buenos días” o “buenas noches” con una frialdad que daba escalofríos. Los primeros cada vez eran más escasos. Le encontré en la playa, tumbado sin importarle, aparentemente, que las olas le estuvieran empapando la ropa y el pelo. Tenía los ojos cerrados y aquello si que me asustó, al menos al verle desde lejos. Cuando me acerqué, y noté que su pecho se movía regularmente, me calmé. Hoy era uno de esos días en que se cerraba en sí mismo, y yo cada vez me sentía peor por eso. Me hacía sentir que le agobiaba, me daba cosa hablarle aunque supiera que no iba a contestar. Por eso dudé. No quería resultarle una molestia. En ese momento abrió los ojos.
-Hola.-me dijo.
-Ya me voy. Sólo quería ver si estabas bien. Desde arriba… no estaba segura.-me giré. Había sido un hola fácilmente interpretable como un “estoy bien, pero ya te puedes ir”.
-No tienes por qué irte.-Le miré, sin darme la vuelta.-si quieres.-añadió.
-No quiero molestarte.-me sentía incómoda. En esos momentos no sabía cómo tratarle. Era tan diferente… A veces nos llevábamos tan bien, que parecíamos amigos de toda la vida, sentía que podíamos hablar de todo y aún seguiríamos teniendo tema de conversación. Me confundía.
-No me molestas, de verdad.- me miró a los ojos durante un segundo, antes de cerrarlos de nuevo. Otra vez volvía a ser el Bill al que conocía. Era desconcertante, pero enseguida se me pasó la sorpresa y me tumbé a su lado, empapándome yo también.
-Lo siento.-murmuré.-Es que a veces no sé cómo hablarte. No se si te resulta agobiante que esté tan pendiente…
Le miré de reojo. Seguía en el mismo estado hasta que acabé de hablar.
-¿Que lo sientes?-dijo en voz bastante alto, sobresaltándome, aunque me pareció que estaba hablando más para sí mismo que para mí.-Me paso días enteros sin hablarte, sin dar señales de agradecimiento por todo lo que estás haciendo por los dos, por la promesa que me has hecho, porque la estás cumpliendo… Soy yo quien tiene que disculparse, no tú.
Me miró cuando dijo esto último.
-No, yo entiendo por qué estás así, no hace falta que me pidas perdón. Tienes razones para estar triste.
-Si, tengo razones para estar triste, pero no para comportarme así… Es que no lo puedo evitar, pero eso no es una buena razón.-negó con la cabeza. Ahora los dos mirábamos al cielo, que empezaba a oscurecerse.
-Yo…
-Espera. No todo es por Tom, o al menos no lo es directamente.-aquello me sorprendió.
-Entonces…
-Me da rabia estar aquí sin hacer nada para encontrar a mi hermano.
-Lo sé.
-Sssh.
-Perdona.
-Me da rabia, porque me gusta estar aquí. Cuando me lo paso tan bien contigo, me siento culpable. A veces olvido que mi hermano y Gustav pueden estar en peligro, y no quiero que me pase eso. No es que me resultes pesada, es justamente lo contrario, me gusta estar aquí contigo, y no quiero dejar de ansiar buscarles, no quiero preferir estar aquí a correr peligros para encontrarles. Me…-tardó un rato en continuar, tal vez escogiendo las palabras que le resultaban más adecuadas. Al cabo de unos segundos, finalizó la frase.- me da miedo.
-Y por eso no me hablas.-afirmé.
-Sí. A veces incluso es inconsciente. Me da tanto miedo que no me atrevo siquiera a levantar la mirada. Es como si me impusiera la tristeza, aunque prefiera la alegría. Y sé que no es justo, no es nada justo, porque no solo me estás cuidando sino que me ayudarás a buscarles… pero no lo puedo evitar. Quiero hablarte, porque realmente lo necesito, pero algunos días creo que no debo, y eso… por una parte me da seguridad, me construyo mi fortaleza de tristeza y recuerdo, pero por otra me destroza, porque no quiero hacerte daño, y eso me lleva a hablarte de nuevo, y volver a sentirme culpable.
Todo aquello hizo que me sintiera realmente mal. No enfadada, no le reprochaba nada, pero sí me dolió que en algún momento hubiera pensado aquello, igual que me dolía el propio dolor que impregnaba su voz. El profundo impacto que en mi tuvieron sus palabras, hicieron que mostrara justamente lo contrario en las palabras con las que le contesté.
-No tienes por qué preocuparte por mí, Bill. Te dije que no quería ser una molestia para ti, y lo estoy siendo. Sino no estarías así.-contuve las lágrimas. Sabía que era cierto todo lo que decía. Por eso dolía tanto, porque era la verdad. O al menos la única verdad que se me ocurría que podía explicar lo que estaba pasando. No podía exigirle, solo ofrecerle mi ayuda, y tal vez no fuera suficiente.
-Claro que tengo por qué preocuparme por ti, Hanna.
-No, no nos conocíamos de nada hasta que llegamos aquí. Y lo único que te he causado es más daño aún del que ya estás sufriendo.-insistí.
-Para de decir eso. Para de hablar como si no hubiéramos pasado por nada juntos, como si no tuviera razones para preocuparme, para que seas mi amiga.
-Es que es así, Bill.-dije.
-No, no es así. ¿Es que no soy nada para ti? ¿No han significado nada estos días?
-Claro que sí, y te ayudaré en todo lo que pueda, pero no te guardaré rencor si prefieres continuar por tu cuenta. Lo que no quiero es que suframos más de lo que ya tenemos cada uno.
-Yo tampoco. Pero si tú no me hubieras encontrado, ahora estaría muerto. Eso cambia las cosas. En mi caso, son más las razones para quedarnos juntos que para separarnos. No se puede comparar la tristeza con la muerte.
Mis pensamientos acerca de lo que pasaba por la cabeza de Bill parecían cambiar con cada palabra que pronunciaba. Al principio creía que se estaba distanciando por el dolor que sentía, luego me había dado a entender con sus actos que no quería compañía, pero ahora me decía que yo le importaba. Me sorprendí cuando, en mitad de tanta confusión, por mi mente se comentaba: “luego las mujeres son las complicadas”, una frase un tanto jocosa que desde luego no venía a cuento con lo dramático de la situación.
-En eso tienes razón.-dije, saliendo de mi mundo interior.
-Lo sé.
Que estuviera tan seguro de aquello, me hizo tomar fuerzas para decirle lo que yo pensaba de verdad.
-Yo no quiero que nos separemos, nunca he dicho eso. Pero estos días me han hecho pensar que tal vez…
-Yo tampoco quiero que nos separemos.-mi corazón latió con demasiada fuerza.
-Entonces estamos de acuerdo.-dije, mucho más formal de lo que me pedía mi corazón en ese momento.
-Sí. Y ya sabes lo que realmente pienso, estaba deseando decirte que no eras una molestia, porque intuía en tu mirada que lo estabas pensando. Pero no es para nada cierto.
Una lágrima se escapó de mis ojos llorosos. Él la vio, y la recogió con uno de sus dedos, fríos y paliduchos. Me hizo estremecerme. Quería decirle que, al fin y al cabo, yo sentía lo mismo. Yo también quería contenerme, no quería que nuestra amistad fuera tan fuerte que se convirtiera en algo más. Pero no podía decírselo, igual que no podía soltarle de golpe que tenía novio. Si no se lo decía, el podía, aunque no lo creía posible, intentar algo conmigo. Si se lo decía, pensaría que me gustaba, y tampoco estaba segura de eso.
-No llores.-me dijo, tumbado ahora de lado y con una voz más dulce de lo que era normal en los chicos, tan gallitos a veces. Él no era un chico normal.
Yo también me giré hacia él. Me abrazó, y yo me dejé abrazar. Nos manchamos aún más de arena mojada, pero no importó. La brisa nos hizo tiritar, pues seguíamos empapados a pesar de que la marea había bajado y el agua ya no nos mojaba, pero no importó. La luz anaranjada que anunciaba la próxima llegada de la noche nos bañaba, pero ninguno nos dimos cuenta. Necesitábamos tanto la compañía del otro… Mi cabeza estaba a la altura de su pecho, pero era suficiente para rodear su cuerpecito con mis brazos. Anhelaba sentir eso. Respiré hondo, le apreté un poco más contra mí y cerré los ojos. Él me besó en la cabeza.
-Perdóname.-dijo simplemente, y nos quedamos allí hasta que anocheció, sin llegar a dormir, pero en un estado de paz que no teníamos desde hacía demasiado tiempo. Por un momento, se me pasó por la cabeza el momento en que conocí a mi novio. La situación volvía a ser familiar. Deseché esos pensamientos casi antes de que tuvieran lugar.

No nos dio tiempo a dormir allí, algo que tuvimos que agradecer, pues nos habríamos cogido una pulmonía. Gritos que me nombraban sonaban cada vez más alto, y no era Bill, pues éste seguía tumbado tranquilamente a mi lado. Sonreí, antes de darme cuenta de que me tenía que preocupar por esos gritos. Al menos el tema de Bill ya estaba bastante más claro. Por el contrario, la noche era una de las más cerradas que había pasado desde que llegué a la isla. Me espabilé un poco más cuando alguien volvió a gritar:
-Hanna.
Y otras voces, que también conocía, seguían coreando mi nombre. No veía nada, pero sabía perfectamente que se trataba de Herman. Las demás voces serían Pete, Maggie y Ann, que era la otra chica del grupo. Me incorporé de un salto, alertando a Bill, que si que se había quedado un poco adormilado.
-¡Vamos!-exclamé, tirando de su brazo para levantarle. Nuevos gritos le hicieron decidirse y ponerse en pie de inmediato. Fuimos corriendo por el camino que subía el pequeño barranco, hacia el campamento.
-¿Son ellos?-me preguntó él.
-Creo que sí.-dije, emocionada.
Llegamos arriba extenuados. Era un camino lleno de rocas que había que saltar, así que, debido a la oscuridad, nos llevamos algunos golpes de más. Pero llegamos. Una parte de mi cabeza me hizo ser prudente, y nos escondimos antes de que ellos nos vieran. No era probable, pero podía haber alguna sorpresa, cualquier cosa inesperada. Era una especie de presentimiento irracional. Bill se apoyó detrás de una roca, y se quedó sentado recuperando el aliento mientras yo me asomaba. Herman y Ann me buscaban en la otra punta, ésta última con Pete de la mano. Llevaban unas linternas que no tenían cuando les dejé. Estaban buscando desde la otra punta de la extensión, y se dirigían hacia nosotros, que estábamos cerca de los árboles que ocultaban nuestras cosas. Respiré aliviada cuando vi que no había nadie más.
-¿Son ellos?-preguntó Bill de nuevo.
-Sí.-susurré.-Vamos.
Le cogí de la mano, y salimos lentamente de nuestro escondite. La luz nos cegaba, aunque aún estaba lejos. No notaron nuestra presencia hasta que no estuvieron más cerca. Se asustaron, y nosotros también.
-¡¿Quién está ahí?!-gritó la voz de Herman, rasgando la silenciosa noche. Me pareció ver que llevaba un arma. No creí lo que veían mis ojos, e ignoré la imagen. Aún así, no pude ahogar un grito que nos delató
-¡¿Quién eres?!-repitió el hombre. Ann, que llevaba la luz, se nos acercó.
-¡No dispares, Herman! Creo que es ella.
-¿Hanna?-preguntó Herman, ahora con un tono más suave.
-Sí, soy yo.-dije bajito. Mi voz fue audible a pesar de todo.
-¿Hanna?-repitió, acercándose ahora un poco más. Cuando la luz se posó en el suelo, por fin pude verles las caras, y me acerqué unos metros, de modo que ellos también pudieran ver la mía, y la de Bill, que venía detrás.
No hizo falta que se lo asegurara. Herman cubrió los últimos metros y me abrazó como si fuera su hija. Eso me hizo recordar algo. Maggie no estaba.
-¿Dónde está Maggie?-pregunté, temiendo lo peor, mientras continuaba entre los brazos del hombre mayor. Casi notaba ya las lágrimas derramándose por mis mejillas cuando Herman dijo, sin darle importancia:
-Mag está bien.
Una grata sorpresa me invadió. Algo salía bien. Pero no me dio tiempo a preguntar nada más, porque Herman volvió a ponerse hostil. Volvió a coger su pistola. La pistola, mejor dicho, porque no podía ser suya.
-¿Y él?-dijo amenazante.
-¡Está conmigo!-exclamé.
-¡No! ¡Está con ellos!-dijo, hablando ahora hacia Ann, que yacía alejada de la escena, con Pete entre sus brazos. No dijo nada.
-¿Con quién?-grité yo, ahora nerviosa.
-Ese chico está con el otro grupo. Ellos no querían venir a buscarte, ¡nos amenazaron incluso con matarnos!
-¿Qué? ¡Bill ha estado conmigo todo el tiempo!
-¡Te tiene que estar engañando! Vi su cara en el otro campamento.-En ningún momento dejó de empuñar su pistola, como si Bill, indefenso como estaba, fuera a saltar sobre él y clavarle un cuchillo en la espalda. Me giré hacia Bill, confusa por un momento, pero enseguida creí comprender lo que pasaba.
-¡Espera!-chillé a Herman.
-Hanna, tienes que venir con nosotros. Ellos son algo así como los malos. Están empezando a imponerse.
-¡Él no es uno de ellos!
-No puedes estar segura.-me dijo, pero perdió parte de su seguridad. No podía olvidar que yo había sido su líder durante algún tiempo. Mi palabra conservaba aún algo de su valor. El ambiente se volvió menos tenso. Herman estaba dispuesto a escucharme.
-Bill tiene un hermano gemelo.-dije, simplemente. Volvíamos a tener nuestras manos unidas. Él me apretó la mía con sus dedos fríos. No perdí tiempo en mirarle, ahora lo importante era convencer a Herman de que Bill no tenía nada que ver con aquello de lo que hablaba.
-¿Un hermano gemelo?
-Sí. Puede que el que vieras no fuera él, sino su hermano. Yo encontré a Bill el mismo día en que me fui a buscar comida.
Herman se lo pensó un poco, pero finalmente se guardo la pistola y fue hacia el antiguo campamento.
-Hoy dormiremos aquí.
Asumió el mando, destituyéndome a mí como líder sin que apenas me diera cuenta. Pete salió a correr hacia mi, y yo le acogí en mis brazos. Ann se nos acercó, y saludó a Bill. Era una situación extraña. El grupo ya no era solo de supervivientes que se unen. El ambiente estaba más tenso, y realmente se notaba que nadie quería estar allí. Ya no era una relación ingenua y casual entre nosotros, ahora había una causa. Sin darnos cuenta, Bill y yo nos habíamos metido en uno de los bandos que habían comenzado a formarse en la isla, de los cuales no habíamos tenido conocimiento hasta aquel momento. Esa decisión totalmente inconsciente habría de traernos graves consecuencias en un futuro incierto.


espero que os guste ^^
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Mensaje  Unforgettable_night Dom Feb 28, 2010 1:46 am

Buala! increible! me encanta la forma en la que escribes y te expresas *_*
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Mensaje  vanesiita Mar Mar 02, 2010 7:09 pm

Me lo acabo de leer todo.. puff... me encanta!
tus palabras... son .. MARAVILLOSAS!!
Esta super bien! Very Happy
vanesiita
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Mensaje  IreneTH93 Miér Mar 03, 2010 12:49 am

Guau! Me encanta! Escribes muy bien! Síguelo por favor! Very Happy
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